La mirada al cielo

De vez en cuando,
es necesario detenerse donde uno está
y levantar la mirada al cielo.
Elevar los ojos hacia ese lugar eterno
que se encuentra dentro de nosotros
y descansar en ese espacio del que provenimos...
al que verdaderamente pertenecemos.

De vez en cuando,
es preciso dejar de caminar
para poder avanzar.
Los pasos más importantes
son los que damos en nuestro interior...
los que nos llevan a conocer quiénes somos
cuando nadie nos mira y caen las máscaras.

De vez en cuando,
hay que tener el valor de abandonar el caparazón
y mostrarnos tal cual somos.
Dejar escapar una lágrima o una sonrisa auténtica,
como cuando éramos niños...
el niño que sigue ahí
esperando un gesto, una caricia.

De vez en cuando,
podemos renunciar a culpar
y comenzar a perdonar.
Perdonar de veras, mirando a los ojos del otro
diciéndole desde el corazón:
—Tú no eres culpable, ni yo...
tan sólo nos tocó reflejarnos el uno al otro.

De vez en cuando...
recuerda hacerlo de vez en cuando.

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