¿Será que un día tú puedas

amar todo en el camino

y entender que tu destino

es revelar la belleza

que se agazapa, traviesa,

tras todos tus desafíos?

¿Será que algún día veas

que no existen enemigos

y que el amor, escondido,

tu propia sombra te muestra,

en la sutil apariencia

de un rostro desconocido?

Mira hacia dentro y ¡despierta

tu poder adormecido!

¡Deja de estar distraído

soñando con lo de afuera!

¿No ves que lo que contemplas

no es verdad, sino espejismo?

¿Será que un día comprendas

que tu destino te lleva

a amar todo en el camino?

© 2017. Juan Navarrete.

Entre lo sencillo del día,

el corazón busca

un lugar sobre el que reposar.

El mío lo encuentra mientras camina a tu lado,

siguiendo el compás de tus cuatro huellas

y refugiándose en tus ojos de niño

con profundidad de alma antigua,

que me recuerdan a cada instante
que no deje de verme como tú me ves:
sin pasado ni futuro;

sin culpabilidad ni juicio;

simplemente yo, con todo lo que soy

y lo que no soy.

En tu mirada de ángel incondicional

se sostiene desnuda mi inocencia.
¡Guardián de mi alma!

Custodias la llama
que alumbra mis pasos

a través de mis penumbras.

Que tu caminar, junto al mío,

traiga siempre esplendor a mis días

y consuelo a mi corazón.

© 2017. Juan Navarrete.

Todo el mundo busca su propósito,

lo mismo que la semilla estira

sus brazos para acariciar el cielo

y alarga sus piernas para hundirse

en las profundidades de la vida.

Es sencillo y complicado a la vez:

solo vinimos a aprender

cómo ser puertas abiertas

por las que el amor entre en el mundo

y vaya despertando corazones.

Y a sacudirnos, como perro mojado,

el miedo, la culpa y la vergüenza

hasta abrazar nuestra inmensidad

con la inocencia de un niño.

De todas las metas

que te propongas conquistar,

la más importante es

la de entregarte a la vida sin contenciones,

sin quedarte nada para ti.

Solo así, no tendrás que preocuparte

de que tu propósito, alguna vez,

te abandone.

© 2017. Juan Navarrete.

De vez en cuando,

es necesario detenerse donde uno está

y levantar la mirada al cielo.

Elevar los ojos hacia ese lugar eterno

que se encuentra dentro de nosotros

y descansar en ese espacio del que provenimos...

al que verdaderamente pertenecemos.

De vez en cuando,

es preciso dejar de caminar

para poder avanzar.

Los pasos más importantes

son los que damos en nuestro interior...

los que nos llevan a conocer quiénes somos

cuando nadie nos mira y caen las máscaras.

De vez en cuando,

hay que tener el valor de abandonar el caparazón

y mostrarnos tal cual somos.

Dejar escapar una lágrima o una sonrisa auténtica,

como cuando éramos niños...

el niño que sigue ahí

esperando un gesto, una caricia.

De vez en cuando,

podemos renunciar a culpar

y comenzar a perdonar.

Perdonar de veras, mirando a los ojos del otro

diciéndole desde el corazón:

—Tú no eres culpable, ni yo...

tan sólo nos tocó reflejarnos el uno al otro.

De vez en cuando...

recuerda hacerlo de vez en cuando.

© 2017. Juan Navarrete.

Un lazo irrompible une

tu conciencia a lo sagrado.

Y aunque, por momentos, sientas

que fuiste abandonado,

que vives en el olvido,

frío, solo, desamparado...,

jamás se rompió ese vínculo;

nunca se perdió el contacto

con el manantial eterno

donde todo es otorgado.

No confíes en las sombras

que a tus ojos cautivaron.

Ábrelos hacia lo interno

sin temor; cruza confiado

la cortina que oscurece

la Luz más allá del páramo.

Una llama que no cesa,

un fulgor paciente y calmo,

alumbra siempre a la espera

de tu recuerdo extraviado.

Un lazo irrompible une

tu conciencia a lo sagrado.

© 2017. Juan Navarrete.

El sol se cubrió de olvido

y en la luna se recuerda.

El viento aúlla, escondido,

junto al graznido del cuervo,

entre mil sombras chinescas.

Yo regreso a ti, dormido,

soñando con un camino

entretejido de estrellas.

Entre brumas te persigo.

Perdido en extrañas sendas

busco, a tientas, el destino

del ave de tu recuerdo,

que a tu regazo me entrega.

Tú, mi amanecer prometido.

¡Horizonte florecido

en una llama que no cesa!

Llévame siempre contigo

y no me apartes de tu esencia.

Que tu fragancia es abrigo

en el rincón de lo eterno

donde mi alma te encuentra.

Y la vida se hace suspiro

cuando, con el corazón prendido,

acaricio tu presencia.

© 2017. Juan Navarrete.

Me han contado las palabras

que desean ser poema

para no ser más esclavas,

para romper las cadenas

y tumbar la tiranía

que les corta la cabeza.

Se presentan de improviso;

se agolpan ante mi puerta.

Desfilan entre suspiros

anhelando la proeza

de deslizarse en un verso

y entrar a la vida eterna.

Palabras que dan la vida.

¡Mucho más que simples letras!

Ritmo, pasión...armonía

van trazando las veredas

que dirigen nuestros pasos

e iluminan la conciencia.

Si una palabra te asalta,

si te llega por sorpresa,

no permitas que se vaya

porque la juzgues pequeña.

Toda palabra es gigante

cuando el poeta la encuentra.

Las personas son palabras

que pasan la vida entera

luchando contra sus miedos,

soñando hallar la certeza.

¿Tú que quieres, ser palabra

o convertirte en poema?

© 2017. Juan Navarrete.