con nuestras manos
como quien busca algo
con prisa
dentro de un cajón desordenado.
Guardando caricias;
apartando desengaños;
anhelando una promesa
y huyendo de los desencantos;
metiendo y sacando recuerdos
de nuestro corazón exhausto.
Olvidando que la vida
ya nos ha entregado
todo cuanto necesitamos,
nos esforzamos ─en medio
de un océano de miradas perdidas─
por avivar el brillo en las pupilas
de aquellos a quienes amamos.
Sin darnos cuenta,
en nuestro afán por ser amados,
que el vacío que sentimos
después de cada naufragio,
es el dolor de una herida
que nosotros mismos nos causamos
al abandonarnos.
Hasta que llegue ese día
en que nos rindamos
al golpear de las olas
contra nuestro corazón
contra nuestro corazón
y entendamos
que nosotros somos la orilla
- 27 jul 2017
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