Reencuentro
Venimos al mundo clamando una canción. Lo habitamos olvidándola. Lo abandonamos suspirándola.
Principio y final se arquean, conforme se distancian, para acabar abrazándose en una sola nota que resume el poco o mucho amor con el que permitimos vibrar las cuerdas que tensan el tiempo que dura nuestra estancia. El resto es estribillo, solo un tarareo que sostiene caminando el ritmo de nuestros latidos.
¿Y si dejamos atrás todo lo que enrarece la música que entrelaza el espacio que nos separa? ¿Y si nos limpiamos las heridas para que la brisa del espíritu haga sonar la melodía original en la que nacimos tú y yo entre las grietas labradas en nuestro corazón? ¿Y si nos alejamos de nosotros mismos lo suficiente para trazar un círculo en el que nuestros extremos se borren?
Debemos consentir que el perdón rocíe nuestros ojos con la visión del uno resonando en la profundidad del otro.
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