Hija de la alegría
unas manos invisibles y afanadas
entrelazaron tus hilos con los míos.
Y así, desde lo numinoso, llegaste a mí
(o yo a ti, no estoy del todo seguro)
y colonizaste el espacio
que antes ocupaban mis piernas,
convirtiéndome en centauro
con cuerpo de perro.
Ahora tengo patas de chocolate,
piel de chocolate y
todos mis momentos rebosan
con tu música de chocolate.
Y con tu alegría
heredada de otros mundos
en los que una tejedora misteriosa
se divierte trenzando
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