Infancia

¿Es posible que la vida
consista en buscar la infancia?

La que perdimos el día
que el tiempo, con su guadaña,
envidioso de alegrías,
quiso segarnos las alas.
La que miraba hacia arriba
antes de que nuestros pasos
en el suelo se clavaran.

La inocencia, flor de antaño,
evoca, con su fragancia,
retratos en blanco y negro
de un mundo en el que los sueños
tiñen los cielos del alma.
Acuarela de recuerdos,
collage hecho de añoranzas.

¿Es posible que la vida
consista en buscar la infancia?

¿Y qué hay de los que nacieron
lejos de tan dulce patria
y que por guerra o hambruna,
u otro retorcido karma,
su niñez se tornó luna
que vivió siempre menguada?

¿Acaso ellos no viven
abrillantando nostalgias;
rescatando del olvido,
entre sollozos de niño,
pinceladas de esperanza?

¡Claro que sí! Pues la vida
consiste en buscar la infancia.

El corazón es la puerta
que se abre a esta tierna estancia.
La compasión es la mano
que, con su caricia, sana;
el abrazo que libera
todas las deudas y traumas,
y devuelve nuestras huellas
a cuando éramos alba.

El perdón es el camino
que trae de nuevo la infancia.

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