Salvajes
Incluso en la oscuridad, acurrucada entre los surcos que nuestras decepciones han arado sobre nuestros corazones, la semilla de la confianza no cesa de susurrar que solo es cuestión de tiempo que seamos renovados por la luz.
Un poco de voluntad y de ternura bastan para dejar atrás los fantasmas del «debería haber» o del «si hubiera». Y quizá también un poco de apertura que le permita al viento silbar mientras juega a enhebrarse entre las grietas de las máscaras a las que nos aferramos y tocar el rostro que teníamos cuando éramos salvajes.
No podemos ni debemos arrancar lo que ya ha sido; ni olvidarlo. Pero sí dejarlo atrás y decidirnos a crecer sobre el manto con el que estas experiencias han recubierto nuestras raíces. Solo si aceptamos alimentarnos de la esencia de lo que hemos vivido, podremos transformar el abono en savia nueva...que fluye...salvaje.
Salvajes. Tal como éramos. Todo amor hacia nosotros y hacia el mundo que se nos ha encomendado.
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