Camino
es hacia arriba
y el del humano,
hacia dentro;
mas ambos
─el tuyo y el mío,
y el del árbol─,
dondequiera que vayan,
dirigen sus pasos
hacia el núcleo
del que emanamos
todos como reflejos.
Nuestros pies, quietos
o en movimiento,
son raíces
que se adentran
en el lugar secreto
al que la vida se aferra
para nutrirse
de quietud y silencio.
Ningún viaje es de ida,
todos son de regreso;
ningún avance es real
si no se olvida
lo que sabemos
y lo que somos
florece sin traba
ni impedimento.
Todo cambia,
torna, gira...
hasta que rozamos
el centro.
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