Manos abiertas

El ego nace de una herida,
de una grieta
que se convierte en trinchera.
Y, desde ese cerco,
reaccionamos frente a la vida
erigiendo,
con nuestro dolor, defensas
que nos protejan;
que nos aislan;
que el alma entregan a cambio
de cascarones sin esencia.

Mientras, el amor espera
a que el valor cubra con tierra
los huecos
desde los que el temor grita,
para permitir
que en el corazón florezca
la libertad presa en su semilla.

La paz personal se revela
cuando se decide
abandonar la guerra;
cuando se acopia el coraje
para, en este mundo con hambre,
ser siempre manos abiertas.

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