Certeza
cautiva en palabras que nadie entiende
o en retorcidos versos que solo intentan
deslumbrar a quienes los leen;
así, se tornan las veredas
en las que mis pasos se adentran
en pos de la certeza de saber lo que sientes.
Unas veces, todo entre nosotros suena
como dicho entre los dientes
y, otras, como canto de sirenas
cuyos corazones inertes
atraen hacia sí las presas
con las que saciar esperas
que besan amaneceres.
Tras nosotros solo quedan
unas sábanas que, indiferentes,
olvidan otra noche más de quimeras
dibujadas entre sus pliegues.
Pliegues que, como cadenas,
se transforman en la condena
de no dejar de quererte.
¿Acaso no te das cuenta
de que muero sin la certeza
de saber que tú me quieres?
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