Vivir bellamente
es vivir bellamente;
y caminar abierto, florecido,
latiendo ternura en cada paso
sin depender con qué tropiece;
siendo brazos abiertos
en los que otras almas encuentren
belleza, compasión, paz y consuelo.
Podemos mirar hacia otro lado,
mas no lograremos huir de la verdad
sobre quienes somos.
Verdad que alumbra eterna,
libre, impávida, muda...
sin presionar nuestra oscuridad;
siempre alzada, paciente;
a la espera de ser reconocida y derramada
sobre los secretos de un mundo
cegado por el miedo a lo real e inmenso.
Vivir bellamente;
sin resistirse, como simiente
que cae en la tierra y, sin pensarlo,
crece.
Eso es lo que el corazón quiere.
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