En el lugar alto
─dimensión sagrada e infinita─ todo
es vida imparable,
inteligencia, verdad y armonía;
orden y unidad inmutables, y principio
ineludible de amor y dicha.
No tiene existencia ─real─
cualquier condición que contradiga
lo que reina en este espacio
en el que la bondad suprema habita, eterna,
enalteciendo los días.
Y aunque es fácil dar la espalda
a esta promesa bendita
con pensamientos que yerran e, incautos,
se adentran
en tierras yermas, pobladas
de locura y pesadillas,
hay que recordar
que es imposible alumbrar
algo que perdure, que no tenga
sus raíces bebiendo
en la fuente oculta y verdadera
—para que exista lo falso, la mentira
necesita que tú la creas;
la oscuridad encuentra
cómo penetrar en tu conciencia porque tus ideas,
tras la venda que son tus ojos, a la luz
permanecen ciegas—.
Despierta.
Retira cada velo y engaño, y suelta
cada lazo, perversión y quimera. Y reza
para conducir tu mente al silencio,
al centro donde Dios te contempla
original, inmaculado, perfecto...y pronto
verás tu imagen radiante
emerger a la circunferencia.
No habrá ya separación entre el cielo y la tierra.
Entre corona y reino, no hallarás diferencia.
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