El camino de lo verdadero

Cuando somos niños,
es fácil distinguir el camino de lo verdadero;
el corazón canta alto entonces.
Pronto, sin embargo, perdemos nuestros oídos
y el corazón queda enterrado
bajo una lengua
que aprende a ocultar quiénes somos
a cambio de afectos fatuos.
Ahora, vagamos por la vida
buscando dónde agarrarnos;
pretendiendo ser rescatados
por la luz que brilla en otros ojos,
por las palabras que salen de otros labios.
Mientras tanto,
nuestro destino aguarda, en el origen,
a que despierten nuestros pasos;
el corazón, libre
de la superstición del miedo,
vuelve a elevar su canto
para señalar nuestro regreso; repitiendo:
El Amor no te ha olvidado. El Amor
no te ha olvidado. El Amor no te ha olvidado...

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