Dolor
a que despertemos.
Dolor que se torna amigo
cuando llegamos
a comprenderlo.
Púa que arranca
un grito
y rasga el sueño;
que descubre el camino
de salida,
oculto entre los velos
de vanas creencias,
de temores viejos,
de fútiles deudas
y resentimientos,
de pasos perdidos
por parajes pretéritos.
Dime, ahora, de qué
tener miedo.
¿De lo único que, a veces, puede
mantenerte despierto
para obligarte a que aceptes
el amor que llevas dentro?
El AMOR que eres;
tu SER verdadero;
memoria que brota
como eterno presente
donde confluyen
afluentes de todos los tiempos.
Por eso, si el dolor viene,
acopia valor
y cruza el infierno;
no salgas huyendo del ángel
que, tras su máscara,
te abre las puertas del cielo.
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