Sentimientos ahogados

Si no dijésemos,
alguna vez, «te amo»
─a viva voz o con gestos
furtivos
de silentes manos─,
el corazón caería inerte
sin el contacto
de la claridad perenne
que salva el abismo
hasta nuestros labios;

como la raíz,
separada del tallo,
olvida la caricia
de la luz impresa
en el verdor de las hojas
y en el rubor
de los pétalos.

Sin savia,
se agrieta la vida
al quedar bajo tierra
los sentimientos ahogados.

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