Nuestro elemento

Como peces cautivos
en el epílogo de una estación seca,
tú y yo nos sacudimos,
agonizando, el uno fuera
del corazón del otro.
Evaporados de la vida,
rogamos que nuestros oídos
se abran
hasta recobrar ─una vez más─,
en las palabras que nos decimos,
la corriente que resucita
el alivio de nuestros latidos.
¿Seremos capaces, esta vez,
de nadar sin ser extraídos
de nuestro elemento
por la aridez de nuestros labios?

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